Se esforzaba. Su jadeo ante el jardín clausurado era el de un ciervo asustado. La furia –más que el deseo– de penetrar, era el reo

El rumor de las máquinas crecía en la sala contigua: ya mi espera de un adjetivo –o de tu cuerpo– no… más que un intento de acortar el d… La noche que llegaba y precedía

No por azar, por gusto del dislate ni por obedecer a una figura, habló de una cegante noche oscura. Que toda exaltación o disparate aparente, se indague, y no se ciña

La menta y las alhajas funerarias,… los últimos children pets. Combate… la música del río respirante, arra… de las grúas mohosas el estrépito… van creciendo entre cacharros y la…

Que se quede el infinito sin estre… que la curva del tiempo se enderec… Y pierda su fulgor, cuando se mece un planeta en su abismo y en las h… del estallido primordial. Aquellas

No porfíes. No rememores que no se olvida el olvido ni su embriaguez: lo que ha sido, es y será. Sinsabores, dramas discretos y amores

Omítemela más que lo omitido cuando alcanza y define su aporía, enciende en el reverso de su día un planeta en la noche del sentido… A pulso no: que no disfruta herido…

Oye, qué acordeones falsos. La lucidez, el muro blanco, (la voz gangosa del disco) rayado, un leopardo arisco preso entre los hilos rojos.

El coro de sopranos pintarrajeados entona tu loa: “Te comiste un Zohar te comiste un Corán.” Y de tu mano de azogue