Se siente como uno más, casi uno menos.
Una relación mística como plasmara Simone Weil entre la humanidad, sus miedos, sus horrores, pero también aquellos amores, la belleza de la humanidad entre tantos momentos de curación.
Se siente como un agosto lleno de paz, casi la incertidumbre de tolerar el acto de amarse.
¿Cómo me siento?
Como una primavera que ya deja caerse entre las hojas.
Una soledad grandiosa de oportunidades azarosas, con un solo objetivo; saberme eterno en espíritu.
Sí, se siente un agosto con sabor a mística, a bien y mal.
A un sorbo de mate amargo, con miel para sorprenderme con el ayer que fue, el presente que es, y el futuro que será.
Un poco a poco surgir, casi tan imparable como el devenir de la historia.
Me quedo aquí, dónde siempre me hice bien, me supe bien, me acepto bien.
En mí me quedo, con el anhelo de un maravilloso retorno a mi patria, aquella base de principios y valores que me sostienen y me constituyen.