Sandra Chapado García

OCTAVA PARANOIA

Iba con mi bicicleta por la acera de enfrente del Toscano, justo a la altura de un restaurante de buffet libre, cuando vi a una tía de unos dieciocho años que no me estaba mirando muy bien. Yo le devolví la mirada y la miré igual de mal y creo que le dije algo por lo bajini, pero no sé si me escucho... no obstante, mi malestar decayó cuando justo detrás de esa tipa, venía una pareja heterosexual de antifas. El chico me estaba mirando desde lejos... no sé qué percibiría... igual también cayó en la cuenta de que era de los suyos. Nos íbamos acercando y en ese instante el chico encogió su cuerpo y fijó su mirada al suelo... no sé qué le ocurrió... a lo mejor le daba vergüenza mirarme estando su novia presente. Yo me quedé mirándole sorprendida por el movimiento repentino e inesperado que había ejecutado, pero no quería intimidarle... era uno de los míos. Por eso decidí dirigir mi mirada a su novia. Llevaba un gorro de lana morado muy bonito y una chaqueta ska que imitaba el tablero del ajedrez a juego con la de su novio. Hacían una pareja muy chula. El chico se percató de que estaba mirando bien a su novia y de que ella no estaba celosa por que él me hubiera mirado antes... todo lo contrario! iba feliz y contenta de que la hubiera mirado bien. Él la miró por el rabillo de los ojos y al ver que no le había molestado nada, automáticamente se irguió, sacó pecho y puso la cabeza bien alta. Parecía que estuviera escuchando el himno de España mientras miraba con orgullo su bandera, aunque he de reconocer que este símil no es muy oportuno aquí...

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