Regino E. Boti

Cielo carnal

Proemio
 
Solos con nuestras cuitas en la alcoba,
frente a la blanca luna del espejo,
la atraje hasta mi hombro con un mimo
y la retuve con la miel de un beso.
 
Tendió sus dulces alas el abrazo;
y en la doble clausura comprimidos,
mudos, con el silencio de los éxtasis,
como un junco a otro junco nos torcimos.
 
La voluptuosidad, onda de fuego
que se quiebra en las playas de la vida,
puso la somnolencia en nuestros ojos,
borró de nuestros labios la sonrisa.
 
Como el loto que dobla su penacho
mustiado por el tedio de la tarde,
rendida a mis palabras inclementes
con mano inquieta desciñóse el traje.
 
Profanando su olímpico arrebato,
la acompañé en la erótica tarea
hasta que vi brotar bajo el encaje
la rósea malla de sus carnes tersas.
 
En torno a aquel mutismo religioso
recitaba el placer su canto obsceno,
y nos estremecimos asustados...
de vernos en la luna del espejo.
 
El acto
 
En el lecho los dos. Enloquecido,
y antes de consumar el rito magno,
me bebía sus nítidos efluvios
y quemaba su cutis con mis labios.
 
Al perseguir la euritmia de su nuca
para ofrendarle el culto de mi beso,
mi espíritu de sátiro y artista
quiso, para adorarla, ser eterno.
 
Oh, magia singular, que me sorprende
al cantarle a la Vida himno profano!
Ver un cielo carnal color de rosa
y en él negras estrellas palpitando!
 
Portento sibarítico que acendra
mis informes antojos sensualistas,
hallarme un cielo-aurora que perfuma
y lunares-luceros que titilan!
 
Mientras las mamas como pomas vivas
de tenues halos y maciza pulpa,
al compás de algún ritmo misterioso
se agitaban erectas y desnudas,
 
bajo el níveo dosel del alto lecho
(y al consumar el rito de la Vida)
como dos astros muertos que se apagan
se ocultaban sus cálidas pupilas!
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