Rafael Pombo

Preludio de primavera

A...

Ya viene la galana primavera
Con su séquito de aves y de flores,
Anunciando a la lívida pradera
Blando engramado y música de amores.
 
Deja ¡oh amigo! el nido acostumbrado
Enfrente de la inútil chimenea;
Ven a mirar el sol resucitado
Y el milagro de luz que nos rodea.
 
Deja ese hogar, nuestra invención mezquina
Ven a este cielo, al inmortal brasero
Con que el amor de Dios nos ilumina
Y abrasa como padre al mundo entero.
 
Ven a este mirador, ven y presencia
La primera entrevista cariñosa
Tras largo tedio y dolorida ausencia
Del rubio sol y su morena esposa;
 
Ella no ha desceñido todavía
Su sayal melancólico de duelo
Y en su primer sonrisa de alegría
Con llanto de dolor empapa el suelo.
 
No esperaba tan pronto al tierno amante
Y recelosa en su contento llora.
Y parece decirle sollozante:
¿Por qué si te has de ir vienes ahora?
 
Ya se oye palpitar bajo esa nieve
Tu noble pecho maternal, Natura
Y el sol palpita enamorado y bebe
El llanto postrimer de tu amargura.
 
“¡Oh, qué brisa tan dulce!—va diciendo—
Yo traeré miel al cáliz de las flores;
Y a su rico festín ya irán viniendo
Mis veraneros huéspedes cantores”,
 
¡Qué luz tan deliciosa! Es cada rayo,
Larga mirada intensa de cariño,
Sacude el cuerpo su letal desmayo
Y el corazón se siente otra vez niño.
 
Esta es la luz que rompe generosa
Sus cadenas de hielo a los torrentes
Y devuelve su plática armoniosa
Y su alba espuma a las dormidas fuentes.
 
Esta es la luz que pinta los jardines
Y en ricas tintas la creación retoca;
La que devuelve al rostro los carmines
Y las francas sonrisas a la boca.
 
Múdanse el cierzo y ábrego enojosos
Y andan auras y céfiros triscando
Como enjambre de niños bulliciosos
Que salen de su escuela retozando.
 
Naturaleza entera estremecida
Comienza a preludiar la grande orquesta,
Y hospitalaria a todos nos convida
A disfrutar su regalada fiesta.
 
Y todos le responden: toda casa
Abrese al sol bebiéndolo a torrentes.
Y cada boca al céfiro que pasa,
Y al cielo azul los ojos y las frentes.
 
Al fin soltó su garra áspera y fría
El concentrado y taciturno invierno,
Y entran en comunión de simpatía
Nuestro mundo interior y el mundo externo.
 
Como ágil prisionero pajarillo
Se nos escapa el corazón cantando.
Y otro como él y un verde bosquecillo
En alegre inquietud anda buscando:
 
O una arbolada cumbre, deslizante
Sobre algún valle agreste y silencioso,
Desde donde cantar en dueto amante
Un Dios tan bueno. un mundo tan hermoso:
 
Una vida tan dulce, cuando al lado
Hay otro corazón que nos lo diga
Con un cerrar de mano alborozado
O una mirada tiernamente amiga;
 
Un corazón que para el nuestro sea
Luz de esa vida y centro de ese mundo
Hogar del alma, santa panacea
Y abrevadero al labio sitibundo...
 
Por hoy el ave amante busca en vano
Su ara de amor, su plácida espesura:
Que ha borrado el Artista Soberano
Con cierzo y nieve su mejor pintura.
 
Pero no desespera, oye una pía
Voz misteriosa que su instinto encierra
De que así como al alma la alegría
Volverá la alegría de la tierra;
 
Al jardín, con sus flores, la sonrisa;
Y al mustio prado la opulenta alfombra;
Rumor y olor de selvas a la brisa,
Y al bosque los misterios de su sombra.
 
Nuevo traje de fiesta a todo duelo,
Nueva risa de olvido a todo llanto;
¿Y a mí?. . . Tal vez el árido consuelo
De recordar mi dicha al son del canto.
 
Quizá, como a su cebo emponzoñado,
Vuelve la fiera que su mal no ignora,
Iré ya solo, y triste, y olvidado
A esos parajes que mi mente adora...
 
¿Habrá sido todo eso una quimera
Que al fuego del hogar vi sin palparla?
¡Ah! fue tan dulce, que morir quisiera
Antes que despertar y no encontrarla. . .
 
Tú que aún eres feliz, tú en cuyo seno
Preludia el corazón su abril florido,
Vaso edenal sin gota de veneno,
Alma que ignoras decepción y olvido:
 
Deja ¡oh paloma! el nido acostumbrado
Enfrente de la inútil chimenea;
Ven a mirar el sol resucitado
Y el milagro de luz que nos rodea.
 
Ven a ver cómo entre su blanca y pura
Nieve, imagen de ti resplandeciente
También a par de ti la gran Natura
Su dulce abril con júbilo presiente.
 
No verás flores. Tus hermanas bellas
Luego vendrán, cuando en el campo jueguen
Los niños coronándose con ellas;
Cuando a beber su miel las aves lleguen.
 
Verás un campo azul, limpio, infinito,
Y otro a sus pies de tornasol de plata,
Donde, como en tu frente, ángel bendito,
La gloria de los cielos se retrata.
 
Nada hay más triste que un alegre día
Para el que no es feliz; pero en mi duelo
Recordaré a la luz de tu alegría
Que un tiempo el mundo para mí fue un cielo.
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