Aquí una casa, querida, sólo con cuatro balcones, sólo con cuatro cortinas, sólo con dos corazones y un espejito, mi vida.

¡Qué blanca lleva la falda la niña que se va al mar! ¡Ay niña, no te la manche la tinta del calamar! ¡Qué blancas tus manos, niña,

Nevada, clara de nieve, flor de los témpanos, tú, sobre una corza marina. Norte. Sur. Dorada, clara de oro,

(Siglo XIX) Llevaba un seno al aire, y en las… –nieve roja– una crespa clavelina. Era honor de la estirpe gongorina y gloria de los mares albertianos.

Se despertó una mañana. Soy la yerba, llena de agua. Me llamo yerba. Si crezco, puedo llamarme cabello.

Porque al fin te perdieron fuegos… y humos lentos velaron velaron el castillo, nívea cárcel. donde la rosa olvida sus fantasmas… mi corazón, sin voz, ni batallones…

Las floridas espaldas ya en la nie… y los cabellos de marfil al viento… Agua muerta en la sien, el pensami… color halo de luna cuando llueve. ¡Oh qué clamor bajo del seno breve…

Viento contra viento. Yo, torre de mando, en medio. Remolinos de ciudades bajan los desfiladeros. Ciudades del viento sur,

Mañanita fría. ¡Se ha muerto el mar! La nave que yo tenía ya no podrá navegar. —Mañanita fría,

Mar, aunque soy hijo tuyo, quiero decirte: “!Hija mía! Y llamarte, al arrullarte: Marecita —madrecita—,!marecita de mi sangre…

Dentro del pecho se abren corredores anchos, largos, que sorben todas las mares. Vidrieras, que alumbran todas las calles.

¡Vendo nubes de colores: las redondas, coloradas, para endulzar los calores! ¡Vendo los cirros morados y rosas, las alboradas,

Perdido está el andaluz del otro lado del río. —Río, tú que lo conoces: ¿quién es y por qué se vino? Vería los olivares

¡Ja, ja, ja! Qué gracioso está mi corazón vestido de smoking rojo ¡je, je, je!

Si Garcilaso volviera, yo sería su escudero; que buen caballero era. Mi traje de marinero se trocaría en guerrera