Antonio Machado

I

 
Rejas de hierro; rosas de grana.
¿A quién esperas,
con esos ojos y esas ojeras
enjauladita como las fieras,
tras de los hierros de tu ventana?
 
Entre las rejas y los rosales,
¿sueñas amores
de bandoleros galanteadores,
fieros amores entre puñales?
 
Rondar tu calle nunca verás
ese que esperas; porque se fue
toda la España de Mérimée.
 
Por esta calle—tú elegirás—
pasa un notario
que va al tresillo del boticario,
y un usurero, a su rosario.
 
 
También yo paso, viejo y tristón.
Dentro del pecho llevo un león.
 

II

 
Aunque me ves por la calle,
también yo tengo mis rejas,
mis rejas y mis rosales.
 

III

 
Un mesón de mi camino.
Con un gesto de vestal,
tú sirves el rojo vino
de una orgía de arrabal.
 
Los borrachos
de los ojos vivarachos
y la lengua fanfarrona
te requiebran, ¡oh varona!
 
Y otros borrachos suspiran
por tus ojos de diamante,
tus ojos que a nadie miran.
 
A la altura de tus senos,
la batea rebosante
llega en tus brazos morenos.
 
¡Oh mujer,
dame también de beber!
 

IV

 
Una noche de verano.
El tren hacia el puerto va,
devorando aire marino.
Aun no se ve la mar.
 
Cuando lleguemos al puerto,
niña, verás
un abanico de nácar
que brilla sobre la mar.
 
A una japonesa
le dijo Sokán:
con la blanca luna
te abanicarás,
con la blanca luna,
a orillas del mar.
 

V

 
Una noche de verano,
en la playa de Sanlúcar,
oí una voz que cantaba:
Antes que salga la luna.
 
Antes que salga la luna,
a la vera de la mar,
dos palabritas a solas
contigo tengo de hablar.
 
¡Playa de Sanlúcar,
noche de verano.
copla solitaria
junto al mar amargo!
 
¡A la orillita del agua,
por donde nadie nos vea,
antes que la luna salga!
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