Yo no temo las luces indecisas,
yo no pido perdón por mis pecados,
no me importa llevar en mi cabeza
una corona de espinosas manos
que estrujen con sus dedos mi cerebro
y rocíen mi sangre por los llanos
estériles del mundo. Ni me importa
que vengan o no vengan golondrinas
a llevarse en sus picos enlazados
las coronas de dedos espinosos
que oprimen mi cerebro atormentado.