Han amarrado trapos rojos en los bombillos,
y el mundo todo ardido está de fiebre púrpura,
de paños en la frente, de pesadillas
que rechinan sus dientes
en el silencio ciego de la una.
El corredor se alarga, se alarga eternamente, se multiplica
debajo de los menudos pies. Qué habrá allá lejos,
allá donde parece que agitara la brisa una llamita,
allá, cruzando el mar de sombras y de miedo.