¡Ya no nos quedan caminos!
Con la cordura enclaustrada,
la voluntad cercenada,
un pensamiento mezquino
torna el semblante cetrino.
Huérfanos de inteligencia,
con nuestra propia aquiescencia
nos apiñan en rediles,
sumisos, mansos, serviles,
sin objeción de conciencia.
En subyugada obediencia,
sin reacción ni discernimiento,
ausente el entendimiento,
el juicio y la prudencia
brillan juntos por su ausencia.
Perdida la sensatez
la razón y la madurez
somos carne de bergantes
disfrazados de gobernantes.
Una oda a la sandez.
Todo son buenas intenciones
pero sin futuro en la juventud
ni tranquilidad en la senectud
pocas, muy pocas opciones,
y aún menos soluciones
hallarás en veredas sin luz.