Resbalan lámparas de sudor por las sábanas blancas,
a ti se aferran con violencia todas esas pieles que calientan.
Tú no te esperabas sentir nada.
El ritmo en el sexo y
las manos en el cuello,
vibra tu cuerpo en la penumbra y
se rompía antes de gritar siquiera.
Tu mirada es un tesoro.
Invoca el caos en el cielo,
te tiñes de orgasmos rojos y
pones los ojos en blanco.
Ya no sientes nada.
Y en la luz nació el pecado,
rozar el vacío te abrumó.
Tu cuerpo palpitaba insomne,
perdidas tus pupilas
en su propio lapso de hombres.