Golpeando nuestros labios con la sed de tenernos
levantó mi vestido de seda con los dedos y me dijo al oído
“me encanta ese vestido de peces”
rozando su cuerpo con el mío pasó a penetrarme,
y en ese momento íntimo en el baño del restaurante cruzamos miradas desde el espejo,
veía como sus manos recorrían mi piel mientras mi pelvis aceleraba sus movimientos me sentí llegar al clímax,
mis pechos reclamando sus caricias,
esas caricias bruscas que tanto placer me provocan...
los peces del vestido salieron nadando, y ese pequeño baño se hizo un mar enorme donde nadamos.