Los días son como la caja del payaso.
Eres un niño, coloreas un libro y sigues dando pasos.
Tu mejor amiga la escuela se convierte en tu enemiga cuando llega a la rutina.
Tus amigos del diario, ya no son los mismos tontos jugando a comerse la pega, sino que ahora juegan a maliantes en la venta de drogas.
Consumes varios tragos con alcohol y fumas hierbas para que la imaginación fluya como cuando eras un niño.
Llega la navidad y eres tú quien se envuelve con papel de regalo porque deseas ser la felicidad de alguien.
Aunque sea por un momento, un momento que sólo vivirá en recuerdos.
Y yo sólo puedo decirte que la mente es una máquina del tiempo que no tiene precio.
Llegas a la vejez y te acomodas en esa silla, esa silla de madera que se mece con los años y ya van varios.
La velocidad del tiempo te traumatiza.
Observas el pasado y sonríes, lloras, te enojas, vuelves y te enamoras y podrías vivir en él, pero no.
Tú y yo sabemos que hay algo más interesante, después de todo este aprendizaje.
Tal vez, esto sea el final, pero de un gran maravilloso comienzo.
Y yo sólo puedo repetirte que la mente es una máquina del tiempo que no tiene precio.