Miguel de Cervantes y Saavedra

La canción de Arsindo

Haga señales el cielo
de regocijo y contento
en tan venturoso día;
celébrese en todo el suelo
este alegre casamiento
con general alegría.
Cámbiese de hoy más el llanto
en suave y dulce canto,
y en lugar de los pesares
vengan gustos a millares
que destierren el quebranto.
 
Todo el bien suceda en colmo
entre desposados tales,
tan para en uno nacidos;
peras le ofrezca el olmo,
cerezas los carrascales,
guindos los mirtos floridos,
hallen perlas en los riscos,
uvas les den los lentiscos,
manzanas los algarrobos,
y sin temor de los lobos
ensanchen más sus apriscos.
 
Y sus machorras ovejas
vengan a ser parideras,
con que doblen su ganancia;
las solícitas abejas
en los surcos de sus eras
hagan miel en abundancia;
logren siempre su semilla
en el campo y en la villa,
cogida a tiempo y sazón;
no entre en sus viñas pulgón,
ni en su trigo la neguilla.
 
Y dos hijos presto tengan,
tan hechos en paz y amor
cuanto pueden desear;
y, en siendo crescidos, vengan
a ser el uno doctor,
y otro, cura del lugar.
Sean siempre los primeros
 en virtudes y en dineros,
que sí serán, y aun señores,
si no salen fiadores
de agudos alcabaleros.
 
Más años que Sarra vivan,
con salud tan confirmada
que dello pese al doctor;
y ningún pesar resciban,
ni por hija mal casada,
ni por hijo jugador. 50
Y, cuando los dos estén
viejos cual Matusalén,
mueran sin temor de daño,
y háganles su cabo de año
por siempre jamás, amén.
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