Parábola
En un pequeño pueblo, vivía un hombre llamado Rael. Era un comerciante astuto, pero en su afán de ganar más, engañaba a sus clientes, les vendía trigo mezclado con arena y cobraba más de lo justo.
En el mismo pueblo, había otro comerciante, Simón, que siempre era honesto. Aunque a veces ganaba menos, trataba a todos con justicia y ayudaba a los necesitados.
Con el tiempo, Rael se hizo rico, mientras que Simón apenas tenía lo suficiente. La gente comenzó a envidiar la fortuna de Rael y a cuestionar la bondad de Simón.
Un año, una gran sequía azotó el pueblo. Rael, confiado en su fortuna, sembró en sus campos sin preocuparse. Simón, aunque tenía poco, eligió las mejores semillas y cuidó su tierra con esmero.
Cuando llegó el tiempo de la cosecha, Rael descubrió que su trigo no creció bien. Su tierra, empobrecida por la avaricia, no dio frutos. En cambio, Simón cosechó abundante trigo, pues su trabajo y su honestidad habían nutrido la tierra.
Al ver esto, Rael entendió que todo lo que uno siembra, tarde o temprano, lo cosecha.
Moraleja: Como dijo Jesús: “Con la vara que midas, serás medido.” Las acciones que sembramos hoy determinan lo que recogeremos mañana.
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