Miguel Peñafiel

HOY HABLÉ CON MI CORAZÓN

Hoy hablé con mi corazón

Lo encontré llorando en un rincón de la sala, junto a un montón de recuerdos viejos, de modo que, me pareció, haber creído entender las expresiones de su rostro, sus dos ojos humedecidos, sus dos ojos pálidos, uno más humedecidos que el otro. Cuando me percate del motivo por la cual lloraba, di un vistazo a todos esos recuerdos para encontrar las circunstancias propio del llanto, pero al parecer para mi mente todo estaba nublado.
Me acerque despacio para no sobresaltarlo, aunque parecía haberme sentido hace rato, entonces me señaló una foto en medio de todo esos recuerdos viejos, donde se veía el rostro de una linda mujer y su hija, del cual me miro interrogante.
—Tranquilo, le dije; no he venido aquí para juzgarte. De hecho, no sabría como hacerlo, pero encantado estoy de poder hablarte.
Suspiro de alivio y me dijo:– lo mismo digo.
De qué especie de humano eres tú? Me fue preguntando,
—Le dije; sorprendido, cómo que de qué especie, soy solamente un humano, como todos.
—Me dijo; pero eres, hombre triste, amigo. Imaginó que odiarás a tu pasado.
—Lo que no entiendo es por qué te aferráis a pensarlo.
—Al parecer, el mundo está ligado a el de una manera u otra, ocurre en todos lados.
—Le dije; eso parece. Al final no somos más que personas, que se alimentan de su pasado, para fortalecer su odio, que a su vez nos alimentamos de otras personas.
—Me dijo; pero los corazones a donde vayáis somos inofensivos.
—pero a veces nos cansamos de sufrir por seguir el instinto humano.
—No te imaginas hasta que punto.
—Lamento herir tus emociones, amigo, pero es la verdad.
—Te doy un consejo, no te vuelvas a enamorar así tan repentinamente.
—Una lección difícil para un mundo difícil; la bellania usa tantas máscaras, ni una tan peligrosa como la máscara de la virtud.
—Entendéis lo que quiero decir.
—Ahora vives del pasado y no del presente, cuando debería de ser todo lo contrario.
—Aprende del pasado para vivir del presente.
—Le dije; gracias, por tus consejos.
—Casi sin fuerza, me dijo; a ti por escucharme.
—Ahora si pude desahogarme, después de todo no eran más que tus sentimientos, lo que yo sentía.
—No todas las mujeres son iguales, sentenció mientras estrechaba mi mano como despedida.

Por fin había comprendido que, mientras guarde rencores, recuerdos dolorosos, todo tipo de actividades negativas, el corazón no podría estar en paz consigo mismo, que la única manera de liberarlo de toda esa tristeza que había recibido por parte mía, era aprendiendo a liberarme yo mismo. Porque el corazón es el receptor de nuestras emociones, que mientras uno siembre sentimientos negativos, los frutos serán siendo lo mismo.

Reserva derecho de autor.

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