Anoche en mis sueños te vi relucir,
como un sol dorado al amanecer,
tu risa era brisa que quise seguir,
tu voz un susurro difícil de arder.
Tus ojos lucían como un manantial,
donde mi alma quiso beber,
y en cada latido sentí el cristal
de un dulce recuerdo que vuelve a nacer.
Te hablé en la sombra de aquel resplandor,
pero el alba vino y te hizo partir,
dejándome solo con este dolor,
con ansias de verte, de verte vivir.
Si duermo de nuevo, te espero en la aurora,
quizás esta vez no te irás con el sol,
serás para siempre mi estrella y mi hora,
mi dulce refugio, mi eterno fulgor.