Hablaron de mi, cuando se hablan de leyendas;
Que tengo el alma muerta y el corazón partido,
Los sueños desvanecidos, vida falsa, siniestra
En que mi vida es igual a un niño perdido.
Que soy un demente, amando a mis dolores;
La soledad de blancos pensamientos tenida,
Vierte un vaso triste con sus colores
Las melodías melancólicas bellas recibidas.
Tal ha de ser mi vida de paz, hasta que un día;
En la celda, me tope, al maestro Medardo,
Moribundo a los pies, como el estuvo algún día,
Jalando del gatillo que tenía de su mano.
Y seré como el sueño, de un mal exquisito;
Y, a solas con mis sueños, cultivare mis rosas,
Mi alma será un espejo que copie lo infinito
Más allá del humano límite entre las cosas.