Mercedes de Velilla

La vida

Primero la niñez dulce y serena,
sin inquietud ni pena,
resbalando entre juegos y sonrisas:
¡puro y naciente albor, fresco capullo,
indescifrable arrullo
de hojas y ramas, pájaros y brisas!
 
Feliz después, la juventud despierta,
como la flor abierta,
y perfuma el amor los corazones:
¡ardiente claridad, fijo deseo;
misterioso aleteo
de sueños, de esperanzas, de ilusiones!
 
Luego, la ancianidad, triste y sombría,
como nublado día,
entre recuerdos al sepulcro marcha;
¡sombra crepuscular, seco ramaje,
tristísimo paraje
de olvido y muerte, lobreguez y escarcha!
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