Mediados de noviembre del 2024
Guadalajara, Jalisco
Lejana Diana:
Escribo esta carta en tu ausencia por tus esperadas vacaciones. Este tiempo que no nos hemos visto, me ha hecho pensar y reafirmar cosas que he sentido por ti durante este mes que tenemos de conocernos. No he dejado de pensar en cómo la humanidad progresó históricamente, los imperios que nacieron y cayeron, las guerras que se han peleado, las migraciones masivas, las crisis mundiales, el juego del amor y la muerte de nuestros antepasados. Todo lo que tuvo que pasar para que ese 20 de octubre nos encontráramos tú y yo en sinónimo, y me haya perdido en la esperanza de tus ojos. Pienso que es una muy bella casualidad, aunque tú pienses lo contrario. Yo tengo muchos años creyendo que nada tiene sentido, y que las cosas solo suceden porque sí. Aunque, después de verte morder tus labios, escucharte que me quieres, y sentirme en paz con tus abrazos, me cuesta creer que hayamos coincidido porque sí, pero me aferro. Sin entrar en debates ontológicos y espirituales, lo que podemos reconocer de ambos lados es la fortuna de habernos conocido. Diana, yo te confieso que jamás me había sentido tan observado, tan considerado, o tan en paz con alguien. Me he dado cuenta que me has prestado atención, me has hecho sentir que de verdad quieres que esté bien, y que contigo la vida es más bonita. Mi amor, yo después de despertar contigo, ya no puedo dejar de imaginarte en mi vida. Tienes los ojos, la voz, la mirada, la piel, el corazón, el cuerpo, el cabello, la letra, la risa, los berrinches, el carácter, el valor, los besos, los abrazos, todo lo que definitivamente tiene mi compañera de vida, o al menos la que yo quiero que sea.
Antes de que te fueras a Hidalgo, la ciudad de México y Guanajuato pasamos mucho tiempo juntos la semana pasado. No hubo momento en el que yo no te imaginara llegando del trabajo para esperarte con un abrazo, e ir a pasear a nuestros perros. Yo te miro, y en esos lunares que tienes en tu carita preciosa quiero edificar mi hogar. Tengo la intención de que seamos nuestro hogar, un sitio amoroso al que podamos volver para refugiarnos y recobrar fuerzas para afrontar el mundo. Todo esto lo pensé mientras te extrañaba en mi casa a solas, tomando el mismo té que te hice en días pasados, escuchando a Daniel, me estás matando, viendo la tele en mi sillón, conduciendo por el camino que casi me lleva a tu casa, mirando tus fotos en solitario o donde salimos juntos, barriendo mi casa encontrando tus cabellos, comiendo en los aguachiles del norte. Prácticamente te extrañé en todas las cosas que hice que me recordaban a ti. No sabes las ganas inmensas de llenarte de besos que tengo mientras escribo esto.
Por último, quiero decirte algo. Diana, eres mi esperanza de Oaxaca. Nunca pensé que las llamas de mi corazón iban a tener tu nombre, o que vinieran de un lugar tan lejano al suelo donde nací. Tienes completo mi corazón con todos sus fueguitos prendidos en tus manos. Nunca hay dos fuegos iguales, Diana. Yo te prometo dar lo mejor de mí. Te miro y no quiero perder la oportunidad de vivir todo contigo.
Te beso y te abrazo, esperanza mía.
Mauro