Mario Benedetti

Infancias

Cuando me fui eran chiquilines
tenían un rabioso
alrededor de púas
la racha intransigente les quitaba
padres tíos maestras
 
eran gurises de ojos grandes despabilados
que contemplaban en silencio
las encerronas las caídas
las levantadas los adioses
 
entierro tras entierro
fueron y regresaron
asidos a las manos de los sobrevivientes
así fue que empezaron a conocer temprano
nudillos en la puerta
nudos en la garganta
la obligación de no llorar
ser los leprosos de la clase
 
eran botijas de otra infancia
sin julio verne ni salgari
pero eso sí con excursiones
quincenales a ver barrotes
a ver barrotes con caricias
besos volados y pañuelos
 
eran gurises de otra infancia
con menos padres de lo programado
con abuelas y abuelos más o menos transidos
de asumir la penumbra
infancia de otros juegos taciturnos
y tardes largas sin explicaciones
 
cuando me fui eran pibes
si bien callaban las preguntas
se despertaban preguntándose
por qué encerronas
por qué autopsias
por qué no están
por qué la madre
 
cuando me fui eran niños
hoy han crecido con las calles
con los plurales
con la bronca
 
son hombres y mujeres cuerdos
que escriben cartas y hacen hijos
y en los estadios y en las plazas
cantan al aire casi libre
como los perros a la luna
pero en la noche sacan cuentas
y duermen con un ojo abierto
 
quizá entre todos les debemos
la infancia que no disfrutaron
la gloria gratis de ser niños
sin la cabal noción de serlo
 
ser niños solamente eso
con madres y con tíos y maestros
madrinas y padrinos
la infancia sin prisiones
sin fotos en los diarios
sin entierros ni nubes
de sorpresa o de duelo
 
ahora son adultos
escasamente adultos
y pueden preguntarnos
a los abuelos pródigos
cómo es eso
 
el exilio
cómo fueron los años iniciales
la ruptura
con tantas cosas tantas
qué ruinas olvidamos
qué suertes aprendimos
que si volvemos
que si volveremos
del todo o sólo en partes
 
pero en el fondo la pregunta clave
es justamente la que no formulan
cómo era la infancia indiscutible
la nuestra
la viejísima
la apolillada de los años veinte
la desteñida de los treinta
cuando había domingos y padres y maestras
y tíos y madrinas
 
y cumpleaños del viejo y ravioladas
y la playa de todos y el estadio
 
y la palabra cárcel
era apenas la historia de un lejano
conde de montecristo
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