Entre las hojas que ocultan el camino
las huellas prendidas quedan
del pretérito tiempo que nos ocupa
dónde todo es la nada.
El ocre de las hojas,
el amarillo de una rosa,
el roce de una gota de agua de lluvia
en la piel que agrietada ya por los años espera.
El silencio del ocaso entre las grises nubes
que preñadas de ironías no descargan
provocando una pequeña histeria entre los dioses.
Rayos y algún trueno,
viento que acelerado destrona
al imaginario Rey de los suburbios.
Un Miserere en mis oídos,
unas imágenes de París entretejido
entre las sombras,
el dulce susurro de la muerte
que camina entre nosotros,
la justicia por fin se hace eco.
Ave Regina.-
@María José Luque Fernández