Hay un círculo de eternidad
a través del objeto,
entre el artesano y la sociedad,
al surco de la piel
se amolda la tierra
con su vínculo de posteridad
y al mismo tiempo
deja su incógnita de barro
en las sendas de epidermis.
Y la manos,
su contorno y su tendencia,
su movimiento y su cadencia,
su estado y su materia,
su geometría y su iridiscencia,
quedan impregnadas para siempre
y ya todo lo que tientan
lo convierten en milagro,
pues no tocan, acarician,
no dejan caer, posan,
no lanzan al aire, alzan,
no se olvidan, cuidan.
Hay un círculo de eternidad
a través del objeto,
entre el artesano y la sociedad,
el alfarero filtrando su alma,
alma que viaja
del corazón a la sangre,
de la sangre a las manos,
de las manos al barro,
del barro a otras manos
y así sucesivamente
quedamos todos abrazados
en sempiterno lazo.
Para Antonio y Jose
© Maria Luisa Arenzana Magaña