Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,
—que todo es volar—, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.
Alfredo Jiménez G.
8yOmnipresentes y por lo mismo cotidianas, plaga molesta que se regodea en la carroña. Su predilección por la escatología las despoja de cualquier encanto posible. ¿Un poema a las moscas? Cosa difícil de realizar. Pero en la ágil pluma de Antonio Machado, surge la obra literaria y los bichos volátiles, perturbadores e intrusos en todas partes, quedan equiparados en gracia y simpatía con abejas y mariposas. Su naturaleza golosa e invasora las convierte en testigos involuntarios de todos nuestros dramas. Escurridizas, se convierten en el reto a las destrezas de cacería infantil. Proliferan tanto que luego ni las vemos, pero dejan su impronta en las páginas de un libro abierto, colocando un punto donde no debe estar o pintando una peca notoria en la lozana mejilla de una muñeca de porcelana. Impertinentes moscas, su persistencia de estar donde no son bienvenidas les ha ganado el honor de un poema de Antonio Machado... Ya tienen "digno cantor".