He de estar contigo hasta el final de estos días que aun no suceden.
Espero tu regocijo como los laureles que recogiste en aquel atardecer
que el invierno trajo. Tomada como esposa he de refugiarte en lo
profundo del averno sutil lleno de nomenclaturas salvajes de la
contradicción a la vida. Aquí estoy contigo y el pastizal aún no aunda y
en consonancia lo llano del paisaje ha de diluirse, más se que volverá,
como la mañana siguiente trae el frío de la penumbra que subyace en
el mártir de la estación perdurante y zarpás. De nuevo contigo y el
juramento perdura a la fijación notoria del amor verdadero, deleite
universal, que ha unido a los que nunca han de encontrarse.