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luis barreda

Carta En Verso A Mi Estrella

Carta en Verso a Mi Estrella
 
Hija mía, escucha el eco de mi voz en este viento,
un padre que te escribe con el alma en el papel,
no para elegir caminos, sino para darte aliento,
y hablarte de un amor que sea digno de tu piel.
 
Que sea fuego que abrace, no tormenta que destruya,
un hombre que te ampare sin robar tu libertad,
que en sus ojos se refleje la mujer fuerte que fluya,
y en sus manos guarde el mundo que merece tu verdad.
 
Que conozca el arte humilde de coser tus desvelos,
de prender en la mañana la esperanza de un café,
que transforme en versos simples cada grieta de tus duelos,
y en los días de huracán, sea raíz y sea laurel.
 
Que no tema a los dragones que acechan tras la noche,
que su espada sea el respeto, su escudo la lealtad,
que defienda tus sonrisas con la furia de un reproche,
y en la calma, te recite canciones de eternidad.
 
Que no busque en ti espejos donde halagar su orgullo,
sino un cielo compartido donde crezcan las dos,
que valore tus silencios, tus preguntas sin armullo,
y en la mesa de la vida, ponga amor, no ambición.
 
Que sus manos, fuertes tiernas, te sostengan sin herirte,
que su fe no sea muralla, sino puente hacia la luz,
que no juzgue por monedas, sino abrace al más humilde,
y en su pecho, tu latido sea el ritmo de su cruz.
 
Que no diga solo “te amo” con la voz que se desvanece,
sino que enhebre estrellas cada noche en tu cabello,
que te lleve de la mano aunque el mundo envejece,
y en su pecho guarde orgullo de tu vuelo, no su sello.
 
Que no sea isla perdida que naufraga en su tristeza,
sino mar que, siendo entero, con tu ola quiera bailar,
que no busque en tu sonrisa llenar vacíos o pobreza,
sino sumar dos auroras para juntos madrugar.
 
Que discuta sin venenos, que escuche sin muros,
que no tema equivocarse, ni corregir tu error,
que sea roca en la duda, brisa fresca en lo oscuro,
y en las grietas del invierno, siembre aromas en flor.
 
Hija, el amor verdadero no se mendiga ni ata,
se construye con paciencia, con raíces y con sol.
No te arrastres por migajas: mereces una fiesta,
un hombre que, como yo, vea en ti lo inmortal.
 
Cuando el tiempo me deshoje y no esté para abrazarte,
recuerda estas líneas rotas llenas de cicatrices y miel.
No te pido un príncipe azul, sino un alma que, al amarte,
te recuerde cada día lo que brilla en tu piel.
 
Te lo escribe quien te enseña, con sus fallas y sus grietas,
que el amor no es un cuento, sino un surco que se siembra.
Padre tuyo, hombre imperfecto, pero eterno en tu planeta...
¡Busca al que ame tu esencia, no al que robe tu femineidad!
 
—De un hombre que aprendió a amar
al verte ser mujer.
 
—Luis Barreda/LAB

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