Un buen hombre cuida su alma, su alumbrosa fuerza de vida, pero bien se sabe que el alma es más pequeña que una hormiga y más suave que un susurro, una cosa de nada, un airecito, y en cualquier descuido se puede perder.
Cuando uno se tropieza y se desprende el alma y cae en la rodada, atada como estaba nomas que por un hilo de seda de araña, uno se aturde y se enferma.
Se va en busca del rastro donde recorrió uno, ¿Donde se cayó la vida? ¿Donde quedó asustada?.
Marcha lento y con los oídos muy abiertos, porque las almas perdidas lloran y a aveces silban como brisa.
Cuando se encuentra el alma errante, se levanta en la punta de una pluma, la envuelves en un minúsculo copo de algodón y dentro de una capitalismo hueva se lleva de vuelta a si dueño, que no morirá.
Si se te pierde el alma en un descuido.