En la madeja comprimida de un sueño sin terminar,
el recuerdo se asoma como si el mundo olvidado
careciera de experiencias y en la cabeza llena de fantasmas
se encontraran otra vez las memorias infernales...
Aplastante domingo que mata la semana, en un día alicaído
que cierra o encierra la puerta mientras el sol se niega a entrar
por una ventana entreabierta...
El grito de la memoria alcanza el umbral y los fantasmas que dormían
en tus pensamientos despiertan, y no parecen contentos, dispuestos
a cercenar tu cordura y hablan: discuten acaloradamente
y en el callado reflejo en el que te vistes, el abrazo imperioso de tu estupidez...
Una canción atesora el cálido asombro de una voz que recita
de memoria la melodía triste que se ampara en el ceñido corazón de la melancolía...
Cuanta desesperación por terminar y al contacto, la tristeza se espesa
y lo que empezó en un recuerdo emborronado, late la osadía de una vida
desesperada que no puede esperar, que no sabe contestar, que dispone
unicamente del dolor para centrar su impávido presente...
En el vacío lleno de gritos que se refugian en la cabeza donde aquellos
fantasmas que no puedes olvidar siguen charlando animosamente
y ella, la voz de la canción del domingo se acuerda de rescatar todo el silencio...
Un domingo lleno de entes ciegos que confunden tus sentimientos con respuestas,
con preguntas, con diálogos de una cabeza llena de pájaros...
La mano osada de una presencia acompañada para anunciar en este triste domingo
que todavía es pronto y el pie puede olvidarse del camino y que el vacío
que experimentas mientras caes se llena de la presencia de aquellos ecos
de voces inconexas que gritan con desesperación que en este domingo triste
la lápida olvidada donde reposan tus huesos, no es más que otra voz
que se mece en el viento de la memoria y que busca una cabeza vacía para residir
acompañada de fantasmas...