Juan Boscán

Soneto LXI: Dulce soñar y dulce congojarme

Dulce soñar y dulce congojarme,
cuando estaba soñando que soñaba;
dulce gozar con lo que me engañaba,
si un poco más durara el engañarme;
 
dulce no estar en mí, que figurarme
podía cuanto bien yo deseaba;
dulce placer, aunque me importunaba
que alguna vez llegaba a despertarme:
 
¡oh sueño, cuánto más leve y sabroso
me fueras si vinieras tan pesado
que asentaras en mí con más reposo!
 
Durmiendo, en fin, fui bienaventurado,
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue desdichado.

Dos Poetas ofrecen la pista de la dicha, ayer Arturo Borja (con su poema "Madre locura"), hoy Juán Boscán. La Madre Locura y el onírico mundo que nos abren la puerta a más amables universos. No se refieren al delirio evervante que ofrecen ciertas sustancias engañosas y marginales, esas despiertan angustias dormidas, frustraciones que estallan violentamente y nos descubren verdaderos infiernos. Las llaves que entregan los autores mencionados, franquean puertas que dan acceso a sublimes secretos, de esos que hacen bien al espíritu. Evadirse de la realidad por estos medios no significa huir del mundo, es transitar en "la escondida senda por donde han ido" unos pocos sabios, según lo refirió Fray Luis de León. Como ese niño Bastian que se apoderó de un libro interminable y cada vez que abría la puerta de sus páginas vivía su bendita locura y su "lúcido sueño" en aventuras inolvidables donde encontró su verdadero destino. A mi no me consta, me lo contó Michael Ende y yo le creo. (Le creo a sus páginas, no a las feas películas 'enervantes' que por ahí filmaron).

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