José Zorrilla

Fragmentos a Catalina

I.

 
Yo adoré la hermosura
De angelical doncella encantadora,
Bella como la aurora,
Como las flores pura.
 
En su labio risueño
Yo contemplé mi amor con ufanía;
Ella me amaba un día,
Yo la llamé mi dueño...
 
Reclinado en su seno
Sentía yo su mano dulcemente
Resbalar por mi frente,
De orgullo el pecho lleno.
 
Y la impresión ligera
Sentí que por mi sien acalorada
Hacía perfumada
Su negra cabellera.
 
y oí su juramento
Que enlazando su mano con la mía
Mil veces repetía
Con cariñoso acento...
 
Y era su voz mas grata
Que del aroma la flotante nube
Que en la mezquita sube
Del pebete de plata.
 
¡Ay! que ella fue mi orgullo,
Y yo la amé porque era más hermosa
Que de temprana rosa
El naciente capullo...
 
Con pompa sus ramas al cielo elevaba
El álamo en medio del bosque frondoso,
Y arroyo entre guijos al pie deslizaba
Su curso penoso.
 
Bajó irresistible del monte cercano
Furiosa torrente, y el manso arroyuelo
Creció, y el follage del álamo vano
Postró por el suelo.
 

II.

 
¿Qué te valdrá, Catalina,
La hermosura peregrina
De ese rostro angelical,
Cuando falsos amadores
Se rían de tus amores
Y se rían de tu mal?
 
Cuando el álamo pomposo
Levantó tan orgulloso
Su cabeza,
Todas las aves del valle
Bajaron á celebralle
Su grandeza.
 
Cuando por tierra caído,
Solo el siniestro graznido
Del búho entorno se oía:
¿Qué se hacía el ruiseñor
Con sus cantares de amor?
Medroso del valle huía.
 
Cuando llores los afanes
Que tus mentidos galanes
Te mostraron,
 
¿Dónde estará de tu llanto
El irresistible encanto
Que probaron?
 
¡Alma mía! yo te amaba,
Y en amarte me gozaba,
Y halagabas tu mi amor:
¡Qué te hice, mi querida!
Que así abandonas mi vida
Á la rabia del dolor?
 
¡Ay! mis días se pasaron
Y un recuerdo me dejaron
Cual de un sueño!
Cual de un sueño de delicias,
Que formaron tus caricias
Dulce dueño!
 
Cuando apenas ví malhora
Tu belleza seductora
Si muriera... Catalina!...
Viera entonces derramada
Esa copa empozoñada
Que la suerte me destina.
 
Que entre el lúgubre reposo
Del sepulcro silencioso,
No se agita
Esa sombra que nos ciega,
Y abandona cuando llega
nuestra cuita.
 
Cuando ví tus labios rojos,
Cuando ví tan lindos ojos,
Tantas gracias, prenda mía,
Sentí un amor tan profundo
Que un arcángel en el mundo
De ternura, te creía.
 
¡Insensato, me engañaba!
Un espíritu adoraba
En mi delirio.
 
No ví entonces, ciego amante,
En tu mágico semblante
Mi martirio.
 
Ojalá nunca te viera,
Y nunca eschura te hiciera
Mis amorosas querellas
Que tan bella... eras muger,
Y voluble en el querer
Como sois todas las bellas.
 
Mas los álamos cayeron
Cuando las aguas vinieron
Mas crecidas.
Y sus hojas, ¡Catalina!
Fresca rosa purpurina
Vió caídas.
 
Y pasarás cual pasaron
Los álamos que prestaron
Su gala y su sombra al valle;
Pasarás, y en el olvido
Tu nombre una vez hundido
Fuerza será el olvidalle.
 
Solo, yo solo en tu sepulcro helado
Elevaré mi cántico enlutado
En noche tenebrosa.
No brillará la luna, y hará el viento
Que retumbe fatídico mi acento
En tu cóncava losa.
Y buscará mi cántico tu oído,
Y aquel mundo hallará desconocido
Dó estará tu morada;
Y te dará tormento inextinguible
Hasta que en tu mansión incomprensible
Mi alma tenga entrada.
 

III.

 
Mas tú, Catalina, como eres de bella
Así veleidosa te precias de ser,
Deslumbras la mente, fantástica estrella,
Y pasas cual aura d evago placer.
 
Pluguiérate un tiempo ¡feliz! prenda mía,
Pluguiérate un tiempo mis versos oír,
Entonces tu labio falaz sonreía...
Reías traidora de verme morir.
 
Y tú me jurabas de allí á eternamente
Un inextinguible volcánico amor,
Tu mano pasabas en torno á mi frente,
La frente, decías, de tu trovador.
 
Solo, con la luna bajo tu ventana
Mil veces por verte contento esperé,
Ay, porque si entonces me amabas, tirana,
Me esquivas ahora ¿responde, por qué?
 
¿Hallastes acaso amor más cumplido?
¿Te llama su bella más fino galán?...
Cien torres robustas al fin han caído,
Las iras calmaron del recio huracán.
 
“Que llore el poeta, digiste, por eso
“Sublimes cantares le inspira un desdén,
“Por eso á las damas es dulce embeleso,
“Por eso el guerrero le aplaude también”.
 
¡Tirana! que aplauda mi canto el guerrero,
Que aplauda mi canto su estúpida voz,
También el poeta se viste de acero,
También el poeta combate feroz.
 
Y vence, y su triunfo con vaga sonrisa
Contempla y la sangre con júblio vé,
y humea y es roja la tierra que pisa,
respira sereno, no tiembla su pie.
 
Mas, perdona hermosa mía,
Perdona á tu trovador,
Fué la pasión, fué el amor,
Fué mi loca fantasía.
 
Te amo más que á las flores
La risueña primavera,
Te amo, hermosa hechicera,
Cual aman los trovadores.
 
Que eres linda castellana,
Como la rosa temprana,
Que se abre en fresca mañana
Al soplo de brisa inquieta.
 
Más que el albor de la aurora,
Más que la fuente sonora,
Más que la ilusión que adora
En su delirio el poeta.
 
Mas ¡ay! que al pie de tu reja
en vano el poeta llora,
Tú no le escuchas, señora,
Que es importuna su queja.
 
Ni sus denuestos te irritan,
Ni te dueles de tu llanto,
Ni los ayes de su canto
Ese corazón agitan.
 
Que solo me escucha el viento;
Y con bramido violento
Arrebata al firmamento
Mi dolorida canción.
 
Catalina, tú serena,
De llanto y de amor agena
Ni oirás mi cantinela,
Ni sentirás mi pasión.
 
Y tal vez en tu ventana,
Ceñida la sien de flores,
Verás nuevos amadores
Venir de tierra lejana:
 
Y en cansado palafrén,
Mal vestido el roto acero,
Vendrá algún aventurero
Á darte obsequio también;
 
Mientras yó, el primer amante,
En esta arena distante,
Lloro mi bella inconstante,
Lloro mi perdido amor...
 
Tus caricias quqe pasaron
Como cierzos que bramaron,
Como soles que secaron
Una solitaria flor.
 
Que el eterno llanto mío
Mi rostro ardoroso oprima,
Que riegue en estraño clima
Algún sepulcro sombrío:
 
Ó cerca de una laguna
Moje el pie de rota cruz
que bañe la parda luz
De la misteriosa luna.
 
Y pasen los días míos
Como espuma de los ríos,
Como allá en los montes fríos
Muere al nacer triste lirio.
 
Y perezca el trovador;
Y en un suelo abrasador,
Que le acabe de su amor
El fantástico delirio.
 
(FIN)

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