Esta piedra del tiempo que me apresa
el corazón desnudo y lo detiene,
es solo eternidad, agua parada
en el mundo, sin sombras, de la muerte.
Sin noches y sin días, se va alzando
como el cuerpo de Dios, y en ella crece
el dolor de los hombres, con sus ciegas
y dolorosas formas que perecen.
Es triste levantarse, con el cuerpo
como una antorcha viva, y encenderle
con la carne mortal, en las estrellas
de su cielo impasible y transparente.
Y es triste caminar, siempre en su noche,
con esta pobre luz, que se nos muere
apenas ha nacido y que se quema
como un breve relámpago celeste.
Yo no quiero morir, como tú has muerto,
sobre la tierra dura, oscuramente.
Quiero brillar con las estrellas, alto;
jamás descansaré, arderé siempre.