Simón Bolívar, by José Gil de Castro
José María Heredia

A Bolívar

¡Libertador! Si de mi libre lira
Jamás el eco fiero
Al crimen halagó ni a los tiranos,
Escucha su himno de loor que inspira,
Ferviente admiración. Alto, severo
Será por siempre de mi voz el tono.
Sí, columna de América: no temo
Al cantar tus hazañas inmortales
Que me escuchen los genios eglestiales,
Y juzgue el Ser Supremo.
¿Qué era, decid, el vasto continente
Que Colón reveló? Bajo la saña
De la terrible España
Tres centurias gimió su opresa gente
En estéril afán, en larga pena,
En tinieblas mentales y cadena.
Mas el momento vencedor del hado
Al fin llegó; los hierros se quebrantan,
El hombre mira al sol, osado piensa,
Y los pueblos de América, del mundo
Sienten al fin la agitación inmensa,
Y osan luchar, y la victoria cantan.
 
Bella y fugaz aurora
Lució de libertad. Desastre inmenso
Cubrió a Caracas de pavor y luto.
Del patriótico afán el dulce fruto
Fatal superstición seca y devora.
De libertad sobre la infausta ruina
Más osado y feroz torna el tirano,
Y entre la gran desolación, insano
Amenaza y fulmina.
 
Pero Bolívar fue. Su heroico grito
Venganza, patria y libertad  aclama.
Venezuela se inflama,
Y trábase la lucha
Ardua, larga, sangrienta,
Que de gloria inmortal cubre a Bolívar
En diez años de afán. La fama sola
A la prosperidad los triunfos cuenta
Que le vio presidir, cuando humillaba
La feroz arrogancia,
La pujanza española,
Y su genio celebra y su constancia.
Una vez y otra vez roto y vencido,
De su patria expelido,
Peregrino en la tierra y Oceano,
¿Quién le vio desmayar? El infortunio
Y la traición impía
Se fatigaron por vencerle, en vano.
Su genio inagotable
Igualaba el revés a la victoria,
Y le miró la historia
Empapar en sudor, llenar de fama,
Del Golfo Triste al Ecuador sereno,
Del Orinoco inmenso al Tequendama.
 
¡Bolívar inmortal! ¿Qué voz humana
Enumerar y celebrar podría
Tus victorias sin fin, tu eterno aliento?
Colombia independiente y soberana
Es de tu gloria noble monumento.
Del vil polvo a tu voz, robusta, fiera,
De majestad ornada,
Ella se alzó, como Minerva armada
Del cerebro de Júpiter saliera.
Mas a tu ardor sublime
No bastan ya de Araure y Carabobo,
Liberta al Perú volor te ordena.
De Boyacá y de Quito los laureles.
La espada ardiente que tu mano esgrime,
Rayo al poder de España,
Brilla donde su saña
A servidumbre o destrucción condena
La familia del sol, en cuyo templo
Inexorable y fiera
Alzaba ya la Inquisición su hoguera.
 
Entre guerra civil e iberas lanzas
Aquel pueblo infeliz vacila triste,
Cuando el poder dictatorial te viste,
Y te manda salvar sus esperanzas.
La discordia feroz huye aterrada,
El sumiso Perú tu genio adora,
Y de venganza y libertad la aurora
Luce en Junín al brillo de tu espada.
 
Tu espíritu feliz a Sucre llena;
Y un mundo por tu genio libertado
En Ayacucho al fin ve destrozado
El postrer eslabón de su cadena.
Allí el ángel de América la vista
Dilata por sus llanos
Desde la nube umbrosa en que se asienta
Y con terror involuntario cuenta
Seis mil patriotas y diez mil tiranos.
Mas eran los patriotas colombianos,
Alumnos de Bolívar y la gloria;
Tu generoso ardor los abrasaba,
Y fue suyo el laurel de la victoria.
Allí termina la inmortal campaña,
Y al colombiano pabellón glorioso,
Sangriento y polvoroso
Cede y se humilla el pabellón de España.
 
¡Libertad a la patria de los Incas!
¡Libertad de Colón al hemisferio!
¡Lauro al Libertador! Del Cuzco antiguo
Las vírgenes preciadas,
Libres del afrentoso cautiverio,
Himnos de triunfo entonan a Bolívar.
Los pueblos que feliz libra y aduna
Manco nuevo le llaman,
Y con ardiente gratitud le aclaman
El genio de la guerra y la fortuna.
 
Y resuena su voz, y soberana
Se alza Bolivia bella,
Y añádese una estrella
A la constelación americana.
 
¡Numen restaurador! ¿Qué gloria humana
Puede igualar a tu sublime gloria?
¡Oh Bolívar divino!
Tu nombre diamantino
Rechazará las olas con que el tiempo
Sepulta de los reyes la memoria;
Y de tu siglo al recorrer la historia
Las razas venideras,
Con estupor profundo
Tu genio admirarán, tu ardor triunfante,
Viéndote sostener, sublime Atlante,
La independencia y libertad de un mundo.
 
¿Y tan brillante gloria
Eclipsárase al fin?... Letal sospecha
En torno de tu frente revolando
Empaña su esplendor: yacen las leyes
Indignamente holladas,
Sin ser por ti vengadas.
La patria y la virtud su estrago gimen:
Triunfa la rebelión, se premia el crimen.
 
¡Libertador! ¡y callas...! ¿Cuándo insano
Truena un rebelde, ocioso
El rayo vengador yace en tu mano?
¿Y ciñes a un faccioso
Tu espada en galardón...? A error tan triste
Permite a mi dolor que corra un velo.
Si patria no ha de haber, ¿por qué venciste?
¡Ay! los reyes dirán con burla impía
Que tantos sacrificios fueros vanos,
Y que sólo extirpaste a los tiranos
Para ejercer por ti la tiranía.
 
Cual cometa serás, que en tu carrera
Por la atracción del sol arrebatado
Se desliza en el éter, y abrasado
Se pierde al fin en su perenne hoguera.
¿Contra la libertad entronizada
Por tu constante generoso brío,
Esgrimirás impío
De Carabobo y de Junín la espada?
Cuando tu gloria el universo abarca,
Libertador de esclavos a millones,
Creador de tres naciones,
¿Te querrás abatir hasta monarca?
 
¡Vuelve los ojos!... A Iturbide mira
Que de Padilla en la fatal arena
Paga de su ambición la dura pena,
Y como un malhechor sangriento expira;
Y pálido, deforme, le recibe
El suelo que libró, que le adoraba,
Y cívica apoteosis le guardaba,
En vez de vil, ignominiosa muerte.
Más alta que la suya fue tu suerte,
Muy más largo tu afán, mayor tu gloria.
¿A tu inmortal carrera
Con lágrimas y sangre
Un fin igual recordará la historia?
Después que al orbe atónito dejaste
Con tu sublime vuelo,
Brillante Lucifer, ¿caerás del cíelo?
 
Jamás impunemente
Al pueblo soberano
Pudo imponer un héroe ciudadano
El sello del baldón sobre la frente.
El pueblo se alza, y su voraz encono
Sacrifica al tirano,
Que halla infamia y sepulcro en vez de trono.
Así desvanecerse vio la tierra
De Napoleón y de Agustín la gloria,
Y prematura tumba los encierra,
Y la baña con llanto la Victoria.
¡Hijo de Libertad privilegiado
No a su terrible majestad atentes,
Ni a nuestro asombro y lástimas presentes
Un laurel fulminado!...

1827

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