Gustavo Adolfo Bécquer

Rima XXXIV

Cruza callada, y son sus movimientos
      silenciosa armonía;
suenan sus pasos, y al sonar, recuerdan
del himno alado la cadencia rítmica.
 
Los ojos entreabre, aquellos ojos
     tan claros como el día;
y la tierra y el cielo, cuanto abarcan,
arde con nueva luz en sus pupilas.
 
  Ríe, y su carcajada, tiene notas
     del agua fugitiva;
llora, y es cada lágrima un poema
     de ternura infinita.
 
  Ella tiene la luz, tiene el perfume,
     el color y la línea,
la forma, engendradora de deseos;
la expresión, fuente eterna de poesía.
 
  ¿Que es estúpida?... ¡Bah! Mientras callando
      guarde oscuro el enigma,
siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla
más que lo que cualquiera otra me diga.
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