Hay gestos que no llegan al idioma,
miradas que se quedan
a vivir en el borde de un saludo.
Te veo a veces,
como quien roza un libro cerrado,
sabiendo que algo adentro
podría incendiar la página.
No sé tu historia,
ni si el tiempo nos mira con ternura o con juicio.
Solo sé que hay un hilo,
fino, invisible,
que no corta el abismo
pero lo bordea.
Quizá sea un juego—
lo sé—
uno de esos que solo juegan los que no se atreven
a mover la pieza final.
Pero aún así,
hay algo en vos que no comprendo
y por eso me quedo,
como quien escucha un idioma
que no sabe,
pero igual lo siente.