Félix María de Samaniego

El milano y las palomas

Fábula

A las tristes palomas un milano,
 
sin poderlas pillar, seguía en vano;
 
mas él a todas horas
 
servía de lacayo a estas señoras.
 
Un día, en fin, hambriento e ingenioso,
 
así las dice: «¿Amáis vuestro reposo,
 
vuestra seguridad y conveniencia?
 
Pues creedme en mi conciencia:
 
En lugar de ser yo vuestro enemigo,
 
desde ahora me obligo,
 
si la banda por rey me aclama luego,
 
a tenerla en sosiego,
 
sin que de garra o pico tema agravio;
 
pues tocante a la paz seré un Octavio.»
 
Las sencillas palomas consintieron;
 
aclamando por Rey: Viva, dijeron,
 
Nuestro Rey el Milano.
 
Sin esperar a más, este tirano
 
sobre un vasallo mísero se planta;
 
déjalo con el viva en la garganta;
 
y continuando así sus tiranías,
 
acabó con el Reino en cuatro días.
 
Quien al poder se acoja de un malvado
 
será, en vez de feliz, un desdichado.
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