Félix María de Samaniego

El asno y el lobo

Fábula

Un burro cojo vio que le seguía
 
un lobo cazador, y no pudiendo
 
huir de su enemigo, le decía:
 
«Amigo lobo, yo me estoy muriendo;
 
»me acaban por instantes los dolores
 
de este maldito pie de que cojeo.
 
Si yo no me valiese de herradores,
 
no me vería así como me veo.
 
»Y pues fallezco, sé caritativo;
 
sácame con los dientes este clavo,
 
muera yo sin dolor tan excesivo,
 
y cómeme después de cabo a rabo.—
 
»¡Oh!, dijo el cazador con ironía,
 
contando con la presa ya en la mano,
 
no solamente sé la anatomía,
 
sino que soy perfecto cirujano.
 
»El caso es para mí una patarata,
 
la operación no más que de un momento;
 
alargue bien la pata,
 
y no se me acobarde, buen jumento.»
 
Con su estuche molar desenvainado
 
el nuevo profesor llega al doliente;
 
mas éste le dispara de contado
 
una coz que lo deja sin un diente.
 
Escapa el cojo; pero el triste herido
 
llorando se quedó su desventura.
 
«¡Ay infeliz de mí!, bien merecido
 
el pago tengo de mi gran locura.
 
»Yo siempre me llevé el mejor bocado
 
en mi oficio de lobo carnicero;
 
pues si pude vivir tan regalado,
 
¿a qué meterme ahora a curandero?»
 
Hablemos en razón: no tiene juicio
 
quien deja el propio por ajeno oficio.
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