Por qué será que la sigo amando sabiendo que ella no me recuerda, teniendo en cuenta que ya ni siquiera me ve.
Por qué será que de pronto vuelvo a perderme entre sus ojos, en ese gran océano de su mirar, tan solo para darme cuenta que sigo en tierra firme añorándola.
¡Cómo deseo que estuviera aquí, conmigo! Me pongo a pensar. Tomando mis manos y susurrando que me ama al oído. Así como antes, cuando aún no se había ido.
Preciosa mujer. Preciosa e inexistente.
Quisiera volver a sentir su suspirar en mi cuello, como lo sentía cuando bailábamos apretados... Buenos tiempos eran aquellos.
Sigo pensando y recuerdo el vaivén de sus caderas, su olor a miel y cuando entre sus brazos me pedía que no me apartara nunca de su ser.
La deseo y ya no está, y todavía sabiéndolo, pareciera que la oigo hablar.
La escucho diciéndome que me ama e incluso siento los abrazos que por la espalda me daba.
La espero, sabiendo que no vendrá.
La amo, sabiendo que no existe, y si lo hiciera, sé que no volvería jamás