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Tierra Las niñas de la brisa van con sus largas colas. Cielo Los mancebos del aire
El cielo nublado pone mis ojos blancos. Yo, para darles vida, les acerco una flor amarilla.
La luna gira en el cielo sobre las sierras sin agua mientras el verano siembra rumores de tigre y llama. Por encima de los techos
Entre mariposas negras va una muchacha morena junto a una blanca serpiente de niebla. Tierra de luz,
Veinticuatro bofetadas. Veinticinco bofetadas; después, mi madre, a la noche, me pondrá en papel de plata. Guardia civil caminera,
Viento del Este; un farol y el puñal en el corazón. La calle
Verde rumor intacto. La higuera me tiende sus brazos. Como una pantera, su sombra, acecha mi lírica sombra. La luna cuenta los perros.
El grito deja en el viento una sombra de ciprés. (Dejadme en este campo, llorando). Todo se ha roto en el mundo.
Las manos de mi cariño te están bordando una capa con agremán de alhelíes y con esclavina de agua. Cuando fuiste novio mío,
La niña va por mi frente. ¡Oh, qué antiguo sentimiento! ¿De qué me sirve, pregunto, la tinta, el papel y el verso? Carne tuya me parece,
Tienen gotas de rocío las alas del ruiseñor, gotas claras de la luna cuajadas por su ilusión. Tiene el mármol de la fuente
La primera vez no te conocí. La segunda, sí. Dime si el aire te lo dice.
En lo alto de aquel monte hay un arbolillo verde. Pastor que vas, pastor que vienes. Olivares soñolientos
Cantan las siete doncellas. (Sobre el cielo un arco de ejemplos de ocaso.) Alma con siete voces
Los arqueros oscuros a Sevilla se acercan. Guadalquivir abierto. Anchos sombreros grises, largas capas lentas.