Eunice Odio

Poema octavo (Mi Amado)

I

 
Pregunté a las mujeres del campo
por el Hombre;
 
Pregunté a la mujer
cuya insepulta frente deteníase
al cabo de su niño infecundo
y sollozaba.
 
—Mujer
has visto tú a mi Amado,
 
Has visto al huésped mío,
al camarada hermoso?
 
Su carne que el verano
golpea de amapolas,
 
Su nariz de poniente,
 
Y el pecho de oro náufrago
como los litorales.
 
¿Lo conoces?
 
Puede pasar de pronto
con la piel soñolienta
y alegres las axilas retumbantes
y frescas.
 
Oh,
el camarada hermoso
con los talones ágiles
y pálido el peinado candoroso,
 
Saturada de clima nocturno
su garganta,
 
Y la mano en que estalla la angustia
como el mar.
 
¿Lo reconoces
reposando al borde de mis inmediaciones
como torrente de islas y pájaros cautivos?
 

II

 
Yo lo busco.
 
Él es mi Camarada;
 
Junto a su mano dejan
su olor las golondrinas
 
Y una ola de mineral oculto
lo recorre.
 
Queréis hallarlo conmigo
 
¡Oh, mujeres de vientre madurado
en cuya piel antigua desfallece el tiempo del desnudo
y se hace honda en la frente
la señal de parir
y sollozar!
¡Oh, doncellas alegres
en cuya boca estalla el primer ruiseñor
y el agua masculina
es recogida en cauce estremecido!
 
¡Oh, niños de marfil y nácar fugitivo
por cuyo salto de jazmín
resbalan las mañanas escolares!
 
Busco a mi Camarada
y por su origen inocente
avanzo
sin saberlo;
y me detengo.
Buscadlo cuando el trueno,
cuando las manos de Dios vienen rodando
como suaves árboles enfurecidos,
 
Por entre los sepulcros invasores,
 
Entre semanas llenas de ovejas
y enramadas.
 
Queréis buscarlo conmigo,
y exaltarlo,
A Él, al Hombre,
 
Al que camina en parte
con mi alma,
 
Al del muslo entornado
cuya daga sumergida en la noche
ya no tiembla en el aire,
ni secará en su diestra
cortada a pico
y sola con el miedo.
 
Y al otro,
desamado sollozo de mi frente
que apenas tiene un trozo de hierba
para posar su oído
y es señor de arboledas y ciudades.
 
Al Hombre, al Camarada.
 
Bendito sea su vientre
que comparto en el seno de mi madre
 
Queréis buscarlo
y exaltarlo conmigo,
 
Al Amado del día transitorio
cuya angustia se detiene
en mis pechos como el mar.
 
Queréis que vaya y me ofrezca en sus manos
como semilla de éxtasis,
 
Que le lleve mi cuerpo
reclinado entre palomas,
 
Y que llene su boca
de sol y mediodía
 
Oh niños,
 
Oh doncellas alegres,
 
Oh mujeres de vientre madurado,
 
Glorificadlo
y exaltadlo conmigo.
 
Hasta que nuestras bocas sagradas
se detengan
 
Así sea.

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