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Esteban Manuel de Villegas

Oda III

Quejas que envía desde frágil nido
pájaro tierno, escucha condolido
un libre que antes era,
y agora es prisionero en cárcel fiera;
que Amor a verdes años
da voces, lazos tiende y arma engaños.
 
 No el oso melenudo, ni el cerdoso
jabalí, temerario más que el oso
en colmillos, no en brazos,
cayeron a sus voces ni en sus lazos;
que juvenil mancebo
deja armas, va a sus voces, da en su cebo.
 
 Era un abril su edad, que poco a poco
de muy fertilizado vino a loco,
hasta que cuerdo y seco
vea el mal, sienta el rigor, llore el trueco;
que el hombre con los daños
abre ojos, muda empleos, deja engaños.
 
 Huyendo de una siesta, dio en un sueño,
a vista de un arroyo asaz risueño,
que franco le ofrecía
son dulce, amena estancia, cama umbría;
si es que alivian pena
son dulce, cama umbría, estancia amena.
 
 Dormido, pues, prosigue el pajarillo
y el viento aun no se mueve por oíllo;
que tal vez un acento
es sueño al alma, es rémora del viento
y si suave obliga,
pies ata, cierra oíos, alas liga.
 
 El susurro esta vez, que prometía
por suelta el agua, ya que no por fría,
mudo, pues, ni se opone
al pájaro, ni al joven descompone;
antes criando orejas,
para aguas, hunde guijas, oye quejas.
 
 pero la tarde sombras que ofrecía
fuelas alzando, porque el sol caía;
el pájaro enmudece,
siéntese el viento y el susurro crece;
y el joven, ya despierto,
pies mueve, sendas sigue, huye el desierto.

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