Elvio Romero (1926-2004), Nacido en Yegros, Paraguay, en 1926, se sitúa entre una (la del ‘40) y otra generación (la del ‘50), en la historia de la poesía paraguaya del presente siglo.
Elvio Romero (1926-2004), Nacido en Yegros, Paraguay, en 1926, se sitúa entre una (la del ‘40) y otra generación (la del ‘50), en la historia de la poesía paraguaya del presente siglo.
Muy joven, se integró a la promoción de Hérib Campos Cervera, Josefina Plá, Augusto Roa Bastos, que habría de renovar la literatura paraguaya.
Fue el más importante, combativo, brillante y talentoso poeta paraguayo del Siglo XX. El crítico y estudioso brasileño Walter Wey escribe, ya en 1951:
“El astro del joven poeta es varonil, fuerte e incisivo. Y el estilo, a pesar de ser a veces tosco, duro, de poca vibración, le sirve maravillosamente para los temas de visiones trágicas, de muerte violenta y de hambre y de horizontes desolados... Estamos seguros de que su mensaje, una vez madurado en la experiencia, podrá revelarnos algo sorprendente”.
Militante comunista, luego de la guerra civil de 1947 se ve forzado, con escasos 21 años, y como tantos otros, a abandonar a la que él mismo llama “nuestra profunda tierra”. Desde entonces y hasta su fallecimiento, no volvió a residir en el Paraguay. Viajó incansablemente alrededor del mundo. Jamás olvidó a su patria y a los suyos y las inflexiones de su voz, al decir como pocos poetas su propia poesía, tienen un timbre inconfundiblemente paraguayo.
Desempeñó tareas editoriales, pronunciado recitales y conferencias en varios centros culturales de América y Europa.
El gran novelista guatemalteco Miguel Ángel Asturias, premio Nobel de literatura en 1967, en la presentación del libro de Romero “El sol bajo las raíces” (1956), brinda un maravilloso recado acerca del poeta y su obra:
Poesía invadida por la vida, por el juego y el fuego de la vida. Pero no la vida como la concibe el europeo, chato siempre ante nuestro mundo maravilloso y mágico, sino como la concebimos nosotros. Elvio Romero, como todos los auténticos poetas de América, no tiene que poblar un mundo vacío con su imaginación. Ese mundo ya existe.
Interpretarlo es su papel, lo real es lo poético en América, no lo imaginado o ficticio. Y por eso se nos queda tanta geografía dispersa en flores, en astros, en piedras, en aves, cuando leemos los poemas de este inspirado poeta paraguayo. Por los intersticios de tanto prodigio como va cantando, se escapa el dolor de los pueblos, gemido y protesta, pero también esperanza y fe.
Pero estos sentimientos y pensamientos nacidos del paisaje que se torna lúcido y que por momentos llegan a ser opresores, son rotos por el poeta que los “nombra”. Romper el encantamiento “nombrándolos” es el arte de Elvio Romero, el encantamiento natural, ya que son transpuestos a sus poemas en el logro de otro encanto, el de la poesía, el sobrenatural. Sobre la naturaleza van sus versos arrastrando raíces de sangre viva, de vértigo, contraste y metamorfosis. Lo formal, se cuenta, cuenta poco en poetas en que hay una tempestad atronadora, en los cuales lo que se dice se expande y al expandirse crea o recrea, del mundo nuevo, su vibración auténtica.”
Y Rafael Alberti, notable exponente de la generación poética del 27 en la literatura española le canta, en los encendidos versos de su poema “Elvio Romero, poeta paraguayo”:
Gabriela Mistral, la premio Nobel chilena, por su parte, escribe: “Pocas veces he sentido la tierra como acostada sobre un libro”.
"Elvio Romero, la fuerza de la realidad" es el ensayo del escritor y poeta argentino Ricardo Rubio, publicado en Asunción en 2003. "Elvio Romero - De la tierra intensa", ensayo del mismo autor, se publicó en Buenos Aires en 2006.
[editar]Su vida en el exilio
Exilio, desamparo, amor, esas otras expresiones de la misma vida, están permanentemente presentes en la prolífica obra de Romero. El mismo poeta nos dice:
Compartí la lucha de mi pueblo por su libertad, viví atento a la formidable gesta protagonizada por los miles de combatientes que, cautelosa y valerosamente, prepararon el porvenir de la patria, y mi canto se fue conformando así, entre exaltaciones vibrantes y melancolías, de esas luces y sombras que, alternativamente, estremecen el alma. No se ya si pronto, o tarde, comprendí que debía recoger en mi poesía todos los estados de ánimo que brotaron de esas tristezas fugaces y de una impresionante e impertinente rebeldía. Entonces abrí todas mis ventanas para que entrasen los vientos del mundo, y así pude juntar las desvaídas hojas del decaimiento con la ardiente ramazón de un fuego combativo. Todos mis sentimientos, todos, se mezclaron, como en la galera de un prestidigitador los papelitos de colores y desde donde salió volando una paloma de oro al calor de mis pasiones y mis imaginerías”.
1948 Días roturados
1950 Resoles áridos
1953 Despiertan las fogatas
1956 El sol bajo las raíces
1961 De cara al corazón
1961 Esta guitarra dura
1966 Libro de la migración
1967 Un relámpago herido
1970 Los innombrables
1975 Destierro y atardecer
1977 El viejo fuego
1984 Los valles imaginarios
1994 Flechas en un arco tendido
2007 Cantar de caminante
Como ensayista es autor de “Miguel Hernández, destino y poesía” (1958) y de “El poeta y sus encrucijadas” (1991), obra con la cual se hizo acreedor del Premio Nacional de Literatura en su primera edición.
Fue colaborador del diario Última Hora, de Asunción, y de numerosas publicaciones culturales en la Argentina.
Residiendo en Buenos Aires, Argentina, donde desempeñaba funciones diplomáticas en el carácter de Agregado Cultural de la Embajada Paraguaya en la capital porteña, falleció el 19 de mayo de 2004.
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