En tímido suspiro va el estío,
tejido de hojas verdes en la brisa,
se pliega a su vaivén tarde insumisa,
y en leve sombra habita el desvarío.
Recuerdos de un ayer que fue tan mío,
perfiles de un fulgor que ya se eclipsa,
retornan con un eco que desliza
su huella sigilosa en el rocío.
Mas todo pasa, todo se desvanece,
la vida en hilos de oro se desgrana,
y solo queda el viento que estremece.
Así el destino, eterno en su filigrana,
con mano inexorable nos ofrece
un rastro de quietud, flor soberana.