Allá, en la tierra extendida
bajo el cielo castellano,
nació este hombre sencillo
que hizo versos con su mano.
Lejos de la bulliciosa
ciudad y su vanidad,
encontró en el campo abierto
su paz y su libertad.
Cantó a la tierra que ama,
a los ríos y montañas,
y supo hallar en lo humilde
belleza que no se empaña.
Sus coplas, llanas y puras
como el agua de los ríos,
reflejan la serenidad
de los vastos señoríos.
En sus versos late el ritmo
del andar por la llanura,
la quietud de los olivares
y el fulgor de la espesura.
Sencillo y dulce en su acento,
como el vuelo de las aves,
supo elevar lo sencillo
a categorías suaves.
Hoy, al recordar su canto,
nos parece que aún resuena
la voz del bardo castellano
que llena de luz la escena.
Honremos a este poeta
que halló en lo simple belleza,
y a su ejemplo aprendamos
a valorar la naturaleza.