Aunque tus pasos ya no resuenen aquí,
y tus manos no acaricien como solían,
en cada rincón de mi alma estás,
como el viento que nunca se detiene.
Tu risa sigue viva en el eco de mis días,
y tu amor florece en los gestos cotidianos.
No hay distancia que pueda borrar
la huella profunda que dejaste en mi ser.
No te has ido, querido mío,
pues el recuerdo es la forma más pura de eternidad.
Cada vez que te pienso, vuelves a nacer,
en mis sueños, mis palabras y en mi respirar.
Hoy te celebro con lágrimas y sonrisas,
porque fuiste un regalo en mi camino.
Mientras viva, serás parte de mí,
en el susurro de una brisa o el brillo de una estrella al anochecer.