En la brisa que despierta
los suspiros de la espuma,
en la sombra que se acuna
bajo el alba aún incierta,
en la estrella que deserta
del abismo en su fulgor,
siempre escucho tu rumor,
como un eco que no cesa,
como un soplo que regresa
a tatuarme su temblor.
En la niebla sigilosa
que al sendero se desliza,
en la luna que agoniza
tras la rama temblorosa,
en el vuelo de la rosa
que el rocío deshojó,
vuela un sueño que dejó
su latido en mi latido,
un murmullo estremecido
que en mi pecho susurró.