Tu voz, callada en las grietas del tiempo,
sigue ardiendo en la ceniza del olvido,
como un eco que el viento dispersa,
como un río negado a su cauce perdido.
Naciste en el pulso febril de la sombra,
en la España de labios cerrados,
donde el verso era un grito silente,
donde el alma escribía en sus manos.
Tus palabras, tan hondas, tan puras,
fueron perlas en mares de arena,
y el olvido, con mano impasible,
te borró como brisa en la niebla.
Mas la tinta no muere en el aire,
ni la luz se resigna a la nada,
porque el verso, aun cuando lo callen,
es un fuego que nunca se apaga.
———
En la bruma del tiempo, su nombre se esconde,
silencio y olvido la vida le impone.
Pero en sus versos aún brilla su estrella,
Margarita Ferreras, tan honda, tan bella.
Sus rimas susurran con dulce lamento,
sus letras navegan contra el cruel viento.
De sombras y amores tejió su canción,
con tinta y con alma, con fuego y pasión.
Mas hoy su memoria dormita en la nada,
eco silente, gloria callada.
Es hora de alzar su voz apagada,
poeta inmortal, jamás olvidada.