Los grandes jugadores juegan en grande,
no temen al viento, no huyen del mar,
desafían las olas, la suerte errante,
con fuego en los ojos y ansias de amar.
No esperan las cartas que dicta el destino,
las toman con fuerza, las saben leer,
transforman el riesgo en oro divino,
y el miedo en ceniza que deja de ser.
Juegan con alma, con fuerza y con mente,
sin tregua, sin dudas, sin mirar atrás,
saben que el tiempo es fugaz y urgente,
y apuestan la vida por un ideal.
Los grandes jugadores no tiemblan, avanzan,
su pulso es de acero, su paso es leal,
y aunque caigan mil veces, se alzan,
pues saben que el triunfo es para quien va.