En un susurro de luz y fuego,
llega el Espíritu a mi ser,
como brisa suave en el alma,
como llama ardiente al amanecer.
Cinco minutos en su presencia,
cinco instantes de eternidad,
donde el tiempo pierde su fuerza,
y solo queda su inmensidad.
En el primero, me envuelve el viento,
su aliento divino me hace temblar,
es voz callada, dulce y serena,
que me invita a descansar.
En el segundo, un río me inunda,
su agua limpia mi corazón,
todo mi miedo, toda mi pena,
se disuelven en su amor.
En el tercero, su fuego sagrado
enciende mi alma con su ardor,
y en el crisol de su ternura
me transforma en puro amor.
En el cuarto, sopla su gracia,
fortalece mi débil fe,
y con susurros de esperanza
me enseña a confiar en Él.
En el quinto, todo es silencio,
solo Él y yo, sin más hablar,
mi alma en calma, su paz me llena,
y en su abrazo quiero quedar.
Cinco minutos con el Espíritu,
cinco momentos de santidad,
y al salir, su luz me guía,
para vivir en su verdad.