Es tiempo de romper las viejas cadenas,
dejar los moldes y reglas atrás,
de que el verso fluya sin más condenas,
libre y eterno, como el viento audaz.
Ya no basta rimar para impresionar,
ni vestir las ideas con ornamento,
el poema debe nacer y vibrar,
como el pulso ardiente de un sentimiento.
Se busca la esencia, la voz sincera,
el eco profundo de la realidad,
sin floritura que el alma enajera,
solo el grito puro de la verdad.
El verso ha de ser fuego y latido,
una chispa viva en cada rincón,
y su forma, como río encendido,
será caos y orden, luz y pasión.
Es poesía lo que estremece y toca,
la sombra, la duda, la inmensidad,
lo que rompe y sana, lo que provoca,
la belleza oculta en la oscuridad.
No hay musa eterna que dicte el camino,
cada voz crea su propio compás,
y en el arte libre, hallará el destino
quien quiera inventar su verdad fugaz.
Que el verso sea audaz, sin miedo al abismo,
que vuele alto, que pruebe a soñar,
pues la nueva poesía no es catecismo,
es la llama inquieta que sabe buscar.