He perdido.
No soy quien prometí ser ante el espejo.
Las palabras se hundieron en el lodo
y mi voz es apenas un eco que vuelve,
golpea mis muros,
y desaparece.
Fui tierra para semillas ajenas,
silencio en la hora precisa de gritar.
Me desgasté buscando nombres,
rostros que no eran el mío,
y ahora, ¿qué queda?
Un vacío que tiene mi forma
y no me pertenece.
He perdido.
La batalla no era contra otros,
sino contra la sombra que siempre fui,
y aún así, corrí tras lo inútil,
como quien persigue la brisa con las manos abiertas.
Pero aquí estoy,
desnudo, cansado,
aprendiendo que la derrota
es también una manera de regresar.
No al principio, no al final,
sino a mí mismo,
a este que se quiebra,
pero respira.